martes, 9 de febrero de 2010
Esperar, esperanza.
Ahí estaba yo. Levantando mi mano en señal de victoria, con los dedos extendidos y apuntando a 60° hacia el cielo. Fue toda una odisea. Mucha gente dijo que me acompañaría, pero por una cosa o por otra, emprendí solo el largo viaje. Tuve mucho miedo, caminé bastante y corrí un poco más y na vez que llegué, pensé que ya era demasiado tarde, pero para averiguarlo debía arriesgarme a esperar sin certezas en la desolada penumbra. De más esta decir que no fue en vano la espera. Evité las tentaciones del camino fácil que se me abriría en cuanto discara un par de números con mi celular, y me funcionó. Lo vi a lo lejos asomar su iluminada cabecera, con un cartel azul y negro que rezaba: 553. Ahí estaba yo. Levantando mi mano en señal de victoria, con los dedos extendidos y apuntando a 60° hacia el cielo, parando el colectivo.
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Recordó mi existencia